Libro - Tomo - Partida |
|
bitácora de KOKORO NEKO
Un triste abogado litigante, después de una tremenda paliza
propinada por el Juez y el Fiscal a causa de sus intervenciones desmesuradas
durante un Juicio que se llevo a cabo contra su peligroso y desagradecido cliente, logra conseguir
la llave del baño del complejo Judicial que es guardada como tesoro por los
servidores del sistema de Justicia; los
baños con que la Rama Judicial doto los
complejos dedicados a la impartición de Justicia en este País son tan
liberales como pretende serlo su democracia, claro que no tanto como las gotas
de chocolate de la flamante y roja corbata del jurista protagonista de esta
historia, además de que desde la construcción, el baño parece no haber tenido
mayor mantenimiento, lo que este amigo encontró
al entrar fue lo siguiente:
Un lugar sin ventanas, completamente cubierto de azulejos
blancos brillantes y vencidos en piso paredes y techo, provisto de cuatro lavamanos
cuya agua amarillenta deja el oscuro residuo de óxido de las tuberías antiguas
de la ciudad capitalina, 3 orinales estándar
de los cuales sirven dos uno carece de conexión al desagüe y dos marcas de cemento
gris en las paredes con tubos descubiertos que indican que alguna vez fueron 5 cerámicas
de orinar, pero lo que da el efecto al recinto son los espejos rotos manchados
y percudidos en contraste a la iluminación de sodio parpadeante de los tubos viejos que aún quedan en
servicio y un asfixiante aroma a encierro y decol.
Volviendo al relato, el susto de la audiencia que había desolificado
todo el contenido fecal del pobre ser, ya se había acumulado contra su frágil píloro
pero estaba de buenas, el baño estaba solo, y tenía en su maletín de chismes un
royo doble hoja suavecito todito para él sólito, los cubículos oscuros metálicos
y corroídos por el óxido no le quitaban el ánimo de sentarse con calma a hacer
su cuantioso deposito, así que ignorando el rollo de 50 metros de papel industrial
que solo le traería raspaduras enrojecimientos
y posiblemente un desgarro, cerró la puerta del ultimo cubículo, echo pasador,
se desvistió lentamente desabrochando sus puños quitando
mancornas y mientras aflojo el nudo Wilson,
y retiro su corbata pudo sentir como el fino satín se deslizo por el complicado
cuello de su camisa, cuidadosamente dejo su viejo pero no raído pantalón de paño
italiano sobre sus emboladísimos zapatos y sobre ellos el chaleco saco y corbata.
No era una persona que requiriera de lectura o juegos
mientras defecaba, él iba a lo que iba y se tomaba su tiempo. Entonces – sucedió-
Se abrió la puerta del baño,
un grupo de colegas entraron a cepillar sus dientes y las voces eran
conocidas, un profesor suyo de la universidad de hace muchos años, quien
preguntaba intrigado que había sucedido en la anterior diligencia, el
secretario del despacho y el Juez,
entraron a hacer lo suyo, justo en ese momento noto dos cosas, una que se burlaban de
el con palabras fuertes de las cuales destacó “después de esa paliza
en la audiencia ese man necesitara un inodoro, o tal vez dos”, y la otra que
los cubículos tienen una elevación de casi cuarenta centímetros del suelo, es decir tal vez no le conozcan por sus piernas pero
seguramente recordaran el estilo de sus zapatos, el color de la corbata su chaleco, al respecto su primera
reacción fue respirar más lento y no emitir sonido alguno, como cuando los
niños juegan a las escondidas o un cazador está cerca de una fiera, de pronto noto que todos callaron y sospecho que le habían
descubierto, luego su profesor cambio el tema a sus acompañantes y hablaron de marcas de cervezas,
algo un tanto tranquilizador hasta que le dio por ver hacia arriba, como dije anteriormente el azulejo era
brillante y estaba tanto en el piso como
en el techo, era como un desgraciado espejo, cuarteado y rechinante de limpieza
por décadas y décadas de trapeadores con desinfectante, solo algo quedaba claro le habían visto pero
terminaron pronto y se fueron.
Se escuchó unos pasos alguien más venia abrió la puerta del
baño, se oyó que uso el orinal y dejo la llave del mismo abierta, el defecante en el
momento ápice de su éxtasis natural pensó en carraspear con un ucchhm ucchhm
para alertar no abrir los cubículos, pero al escuchar que solo venía a orinar guardo silencio, el que
llego salió tan rápido como vino y sin lavar sus manos, se devolvió y apago la
luz, !rayos¡.
Habría sido mejor que cuando el Juez y su profesor entraron
al baño de alguna forma accidentalmente hubiese caído los viejos cubículos con
el haciendo sus necesidades, de esa forma se presentaría una incómoda situación
para los demás en la que él solo sería víctima de las circunstancias, no como
ahora.
Defecar sin luz es lo peor, levantarse con las nalgas
escurriendo el agua que salpicó, sin poder identificar por donde pasar su suave
papel doble hoja, para que el trasero no escurra el agua hasta sus medias, además
del hecho de limpiar y limpiar hasta presentir quedar limpio, y es que la mayoría
de gente no ha notado que uno termina de limpiarse cuando el papel sale limpio
pero en la oscuridad es mejor limpiar tantas veces sea necesario para evitar
salir untado, con el celular en el bolsillo del pantalón que está en el suelo tal
vez habría podido iluminarse pero limpiarse es una habilidad que pocos tienen
con una sola mano, además gritar ¡alguien
encienda la luuuz! Acabaría con el decoro que nos hace civilizados, sin embargo
este personaje como pudo se limpió, soltó el agua, se vistió curiosamente fue
muy prolijo en la miedosa oscuridad del cubículo, la situación fue tan desastrosa
que solo reía de sus circunstancias, salió
del cubículo encendió la luz y organizo su corbata con un nudo doble, escucho a
lo lejos unos pasos que reconoció, quien
entro le ignoro saco mucho papel del dispensador industrial y se encerró en uno
de sus cubículos, el abogado lavo sus
manos con buen jabón, y salió, luego se devolvió
y apago el interruptor.
Kokoro Neko