BITACORA DE KOKORONEKO
Esa mañana de finales de noviembre con el frio y el sol citadino
que arde en la piel, me dirijo a la cafetería “don Fruno”, lugar famoso
por sus meseras de sonrisas cálidas, comida deliciosa y ambiente Jurídico.
En un escenario de cómodos muebles forrados en hule rojo, camino
lentamente a pasos largos buscando sitio en las mesas del fondo.
De pronto, la chica que describiré después, toma el pedido:
-¿Que se le ofrece?
-chinita dame unos huevos revueltos una arepa de queso y un té
de limón.
-sonríe ella asintiendo y se retira.
Luego de la típica espera por los alimentos la veo acercarse de
lejos, su encantador rostro que refleja la lozanía de los baños
madrugados con agua fría, un delantal planchado y con quiebres pronunciados
bajo su busto mediano, todo su atuendo laboral es limpio, es blanco
es lleno de cuadros azules, y a la cintura casi fatigado por la
presión de una tirita de delantal posiblemente de lino o dacron,
pegado in alienado e inamovible como cuadro de pared está
el esfero kilométrico azul y la libretita de pedidos.
Su robusto cuerpo no se podía mover con agilidad ya que tenía
los brazos ocupados con gaseosas, así como cuando los niños pequeños cargan la
mayor cantidad de Juguetes estrechándolos contra su cuerpo, entonces me
pregunto si esta inocente criatura encontró cerrado el anaquel de las
bandejas, ya que bien había podido usar una para facilitar su trabajo.
Acercándose por mi fila deja encada mesa gaseosas y jugos hasta
llegar a mí.
-ha olvidado mi pedido, pensé.
Ya que al terminar de servir lo que llevaba la veía con las
manos vacías, de pronto pasando su mano derecha con rapidez hacia
el brazo izquierdo, logra con su opresiva reacción que mis ojos de manera
instintiva se posen sobre su pesado tatuado y acalorado brazo, y allí apretado
contra el tierna mente abullonado dorso vì lo que parecía ser una tapa
amarilla, levantando su codo a 45 grados ella lentamente despego de su húmeda
piel el envasé plástico sellado y lleno de Te lipton de Limón, y lo puso sobre
la mesa, dio la vuelta para retirarse y en fracciones de segundo con reacción
de gacela tomo la punta de su impecable delantal; sin saber que decir, solo se
me ocurre brindarle mi mejor sonrisa, ella alegremente e ignorando la
situación me dice con su femenina y delicada voz:
-¿se le ofrece algo?
A lo que reaccionando digo, sí. Por favor, ¿podrías cambiármelo
por uno de durazno?
KOKORNEKO
DNDA
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