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En esta dura firme y cómoda silla
tejida y en solo un minuto que suspendió mi tiempo veo por el ventanal ropa
extendida en las cuerdas de una azotea que distrae a los ojos de la gran grúa
que desafía en altura a los imponentes y llenos de pinos cerros
cundinamarqueses.
Observo en frente las hojas de
los árboles del parque moverse una a una como miembros disfuncionales y
rebeldes de una misma familia, de un mismo tronco, de una misma vida.
Veo desde arriba las penurias y
alegrías en las posturas de las gentes, jugando basquetbol, sentados en las
bancas, mirando con desdén a las palomas, símbolo de divinidad ahora vueltos
inmundos a los ojos de los citadinos.
Miro desde mi sitio la media
pared en madera que contrasta con los ajuares verde feijoa y Vinotinto de las
mesas de este cómodo lugar español que emerge de la ciudad de Santafé.
Si por solo un instante pudiera
transmitirte lo que mis oídos escuchan, lo que mis ojos ven y lo que mi ser
siente en un minuto, sería más fácil disfrutar las mismas cosas, nos
refundiríamos en los placeres de los sentidos abandonando el poder de las
palabras.
Si pudiera regalarte querido
receptor, solo un minuto de mi sentir, llegaría a tu corazón más rápido y audaz
que quienes se acercaron a compartir su vida con tigo.
Tal vez sea egoísta de mi parte
querer darte mi minuto además la envoltura de la humanidad no me lo permite,
pero puedes guardar mis frases en uno de los cajoncitos de tu alma para que
sean contigo aun cuando la memoria se extravié y así de vez en cuando soñar con
el paisaje que aquí describo.
Tal vez vengas a este lugar, te
sientes en una de las sillas duras, firmes cómodas y tejidas y sientas mis
palabras romper los anaqueles de tu alma encontrando tus recuerdos extraviados
en el olvido.
Aun si no lo lees como lo he
sentido, ya sea en los sueños o en la realidad de este plano, vivimos juntos en
este día este paisaje descrito por letras.
KOKORNEKO